Houston, ¿tenemos un problema?

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Problema:

  Cuestión que se trata de aclarar.

  Proposición o dificultad de resolución dudosa.

  Conjunto de hechos o circunstancias que     dificultan la consecución de algún fin.

Estas son algunas de las acepciones que recoge el Diccionario de la RAE para esta palabra, pero si antes de leer las definiciones, hubiésemos pensado sobre el término y lo que nos evoca, seguramente a muchos, cuestiones como  imposible, incapacidad, ansiedad, nerviosismo, alerta, dificultad y miles más en sentido negativo, hubiesen brotado en su mente.

Sin embargo los japoneses consideran un problema, un tesoro, que les sirve siempre para aprender y mejorar.

Reflexionando sobre el término, podemos decir que  implica que, frente a una circunstancia que nos acontece, no tenemos muy clara o desconocemos la solución.

En muchas ocasiones la pereza, el miedo, el orgullo  o la arrogancia entre otros, nos obstaculizan y no permiten que  afrontemos estas circunstancias en las mejores condiciones y acabamos, procrastinando, abandonando la tarea, quejándonos, enfadándonos, echando balones fuera, buscando un culpable, etc.

Sin embargo si reparásemos en que lo que a nosotros nos puede resultar un problema, a otras personas no, podríamos humildemente preguntar o pedir ayuda sin ningún reparo, para avanzar en nuestra tarea. Seríamos conscientes de las miles de cosas  que se pueden hacer en equipo, que nosotros solos no podemos.

En un problema siempre hay multitud de factores inmersos y seguramente desconozcamos el efecto de alguno por inexperiencia, por no tener esa perspectiva o por no reparar en ello.

Además también podemos comprobar que las soluciones tampoco son únicas y no siempre nuestra opción o nuestro análisis  es el correcto. Sin embargo escuchando, siempre podemos enriquecer nuestra  propuesta con otros matices.

Si  en un equipo aparece un problema que sólo reconoce una parte, ¿qué podemos hacer? Dar prioridad a la efectividad en la resolución de los problemas en lugar de a la certeza, es un gran paso. Puesto que nuestra forma de pensar en muchos casos nos condiciona y limita.

Es por lo que son tan útiles herramientas como  la “Tormenta de ideas” o Brainstorming en las que todos exploramos posibilidades juntos para intentar disolver  lo que Kofman denomina las “interpretaciones congeladas” que obstaculizan llegar a una solución de las posibles.

En ella deberán participar tanto quienes experimentan el problema, como quienes deberán ejecutar la solución. Nadie quiere cambios o soluciones impuestas, por lo tanto la participación y la comprensión de lo que se trata de dilucidar,  se hacen fundamentales para el respeto y ejecución del compromiso.

La única cuestión necesaria para  con este instrumento es, que nadie haga juicios críticos con lo que cada uno dice y aporta durante las sesiones. Por peregrina que parezca la aportación al principio, puede pasar más tarde a inspirar o a ser parte de la solución.

Por lo tanto debe generarse un ambiente de confianza en el que todos se sientan libres para poder exponer sin ser cuestionados. Eso significa que “lo que pasa en la Tormenta se queda en ella”.

Si además convenimos con nuestro equipo, acabar con la palabra problema y  empezar a denominarlo reto u oportunidad, algo que entusiasma y es positivo, habremos hecho bastante por cambiar nuestro estado interno para afrontarlo,  minorando el estrés y aumentando la capacidad creativa.

Houston tiene un problema pero ¿y Tokio?

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